Esas que siempre fuimos raras

¿cuántas veces me paso de escribir porque odio estos teclados?

Dejé de escribir hace unos cuatro años y en realidad nunca me dediqué cien por cien a  eso ni a ninguna otra cosa y bueno, mientras limpio en la mañana me vienen tantas ideas que, a lo largo del día y de las tantas chingaderas de las que me preocupo se van olvidando.
De pronto me da por recordar personas y las cosas vividas con ellos, me acuerdo de irán loquisimo caray, estaba muy pinche loco, pero era una persona muy interesante aunque malito pues, le gustaba mucho ser humano y eso para mi significa que le gustaba mucho coger y la verdad no era su peor cualidad, chale, quiero decir que era buenon pero yo no lo amaba así que la historia de mi vida, luego como sí estaba muy loco pues era mejor alejarse, qué abstracto, a ver, escribamos estas memorias (ya me da risa caray )...

El maestro de escultura en Madera me invitò a un encuentro en la ciudad de México, era el último año de universidad y la cosa se escuchaba bien porque íbamos con todo pagado, hotel, comidas y hasta para las combis nos iban a dar. Lo mejor era la ilusión  de esta cosa, tal vez era el momento justo para dar el salto al maravilloso mundo de los artistas pagados, o sea, me sentía artista por estar estudiando y por hacer dibujitos mientras iba en el camión.
El encuentro consistía en realizar una escultura con los árboles que la delegación había había tenido que cortar, me gustaba hacer cosas con los pedazos de troncos, quemar algunas partes y  cortar otras, hacia esculturas abstractas pero para la ocasión se me ocurrió ura un símbolo que me venía a la mente cada vez que se hablaba de la ciudad de México y eso era una especie de cono de helado al revés que, en realidad era un mago y yo con los magos me sentía muy Alejandro Colunga, mas bien al ver las cosas de colunga me identificaba porque usaba cosas que me gustaba usar también, me dediqué a mi trabajo y a hablar poco con los integrantes del grupo, eran viejos y no se me antojaba hablar mucho con ellos, los de mi edad eran dos, una pequeña frida clavada con la religión y el otro chaval que no me inspiraba ya del nombre y de la voz, tenía la voz apagada, se llamaba irán, qué nombre guerrero, le dije.
Yo compartía habitación con la pequeña Frida y así supe de su vida religiosany de su pasión por joder a los demás, se la pasan diciendo que dios sufría por mi culpa y cosas así, decía que nadie podía querer a una persona como yo, jodia y jodia con esas cosas hasta que a mitad de la semana irán se puso a platicar conmigo mientras trabajaba mi escultura, esa noche la Frida me preguntó de que habiamos hablado e insistió en que yo no era buena compañía para alguie  como él que a leguas se veía era gente de bien, me quedaba claro que esta tipa tenía una idea muy extraña de mí, a lo mejor no se equivocaba.

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