recuento de historias olvidadas

Como todas las demás enfermedades, la suya también tenía un nombre pero a nadie se le había ocurrido que lo suyo fuera una enfermedad y mucho menos a él porque más que enfermedad le parecía bendición, iba de un lado para otro - de una mujer a otra-  sin ningún problema. Claro que tenía sus momentos de dolor, en específico un día después de mandarlas a la mierda, él también se sentía así, se encerraba en su casa lejos de los comentarios de los demás y lloraba, lloraba la pérdida de otra más que pudo ser el amor de su vida pero no era.

Yo lo intento, decía,
pero esta era muy alta ¿Cómo me voy a ver por las calles con una mujer más alta que yo?
yo lo intento,
pero esta no quiere trabajar,
no están los tiempos para estar manteniendo a otros, apenas y puedo conmigo
yo lo intento,
es algo materialista, se la pasa trabajando y una mujer así, será incapaz de cuidar a nuestros hijos

las mujeres y sus defectos seguían creciendo y las mujeres de la ciudad ya lo iban conociendo, casi todos en el lugar conocían a alguien que había sido novia de albertico, casi todos los hombres lo envidiaban por haber tenido tantas y seguir soltero, sin hijos, con cada día nomás para él.

a todas luces esto no podía ser una enfermedad

Claro que las personas maduras, gente seria del pueblo empezó a decir que este pobre cabrón se iba a quedar solo y no iba a tener quien lo quisiera ya viejo, panzón y enfermo.

Se metió al gimnasio para que la panza que empezaba a salirle, se fuera para atrás

y luego dejó de gastar en citas por internet y esas cosas, se puso a ahorrar cada centavo, a fin de tener el dinero suficiente para cuando fuera viejo y así poder pagarle a una enfermera para cuidarlo, el dinero no te da la felicidad pero ayuda a que nadie tenga que tenerte lástima y te limpie el culo con una sonrisa y no deseándote la muerte, decía

ya a solas la cosa era diferente, le faltaban los brazos de alguien, platicar, dormir abrazado y todas esas cosas que son propias de los enamorados, le faltaban a morir como enamorado empedernido  que era.

Fue entonces cuando por casualidad se leyó un cuentito de Arreola, una mujer de plástico, para tener en casa, que hablara cuando él quisiera, que lo abrazara cuando él quisiera, que hiciera ruido cuando él quisiera, sin tener que presentarla a padres y hermanos. El cuento era viejo, así que seguramente la tecnología ya había alcanzado a la ficción y se puso a buscar en internet, eran perfectas, podía ser blanca o negra, de pelo rojo o azul, con voz dulce o voz bastarda. El precio era algo alto pero podía tomar un poco de lo que tenía ahorrado para eso de la vejez, era más importante llenar ese hueco estúpido en medio del pecho.

se la imaginaba rubia, un poco más baja que él, de dulces ojos castaños y tetas redondas....
se la imaginaba morena, de cuerpo atlético, con ojos rasgados y dedos delgados
se la imaginaba blanca de pelo negro, con ojos enormes de muñeca y vestida de princesa...
se la imaginaba pelirroja, super delgada, con boca de corazón y uñas afiladas
se la imaginaba castaña, con grandes nalgas y parlanchina a morir
se la imaginaba de piernas largas y delgadas,
se la imaginaba algo entrada en carnes, incluso le podía ver los hoyitos de la celulitis en las piernas

se pasó toda la noche imaginando cómo podía ser y luego la veía sobre su cama, sobre su sillón, en la cocina, en el baño, ya saben, por todas partes y en todos lados.

El paquete llegó dos meses después pero a él le parecieron dos años, compró un vino para la ocasión y puso velas en el centro de la mesa, para recibir a su nueva compañera.

Abrió la caja y la primera impresión fue la de abrir un féretro, la piel se le erizó al ver la cara casi real de esta mujer que él había decidido crear,

perfecta!

la tomó por la cintura y la hizo pasar al comedor, le ofreció un vino y comenzaron a platicar,

- Es muy aburrida-  le dijo el fondo del tercer vino

- Desde aquí le veo como que chueca la nariz- pensó por el quinto vaso.

- ese pelo, ¡Parece león de circo!

Esa era su rutina habitual al conocer y descartar mujeres y siempre se quedaba con las ganas de corregir esos pequeños errores que veía en ellas, pero esta vez esta era suya, así que fue por las tijeras y empezó a corregir lo más simple,

después de un rato la dulce princesa tenía sólo unas hebras de pelo

- Está bien, mañana te compraré una peluca, cualquier cosa era mejor que esas greñas horribles que tenías.

La cargó y la llevó a la cama. Los primeros diez minutos le parecieron el paraíso, abrazado a la carne fresca y sintiendo el peso del cuerpo junto al suyo.

Después de otros diez minutos se levantó y puso a la muñeca en la caja, no quería verla por la mañana al lado suyo, con esos pelos horrendos y la nariz, porque sí estaba chueca la nariz, es que tal vez con un poco de calor la podía manejar. 


























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