discriminación gastronómica.

Son unos dulces "típicos" en sus bolsitas de celofán, el dulce resultado del mundo europeo y el mundo indígena, mi ciudad mestiza es experta en la elaboración de estas bolitas de leche y huevo, azúcar, nueces, cocos y demás delicias culinarias, me compro un cesto para compartirlo con el mundo europeo al que estoy por visitar. 
Pongo mis dulces típicos en lo que puedo llamar mi nueva casa, cuando alguien venga de visita le ofreceré uno como cortesía, lo que pasa después es que los miran con repudio, los tocan y sueltan sus típicas frases de grandes conocedores del mundo,  pero no lo abren, lo miran como si miraran en ese dulce ese mundo nuevo, indígena, extraño, que no es sólo playa y restaurante extranjero (con sus sabores insípidos, cuadrados, repetitivos). 

Claro, les gusta lo exótico, como a nosotros nos gusta su propio exotismo, pero no están dispuestos a arriesgar. ¿Porqué tengo que probar todas las cosas que me dan cuando no tengo ni ganas de comer? Porque mi educación, mis buenos modales así lo dicen, soy como un chimpancé amaestrado y me trago lo que esta gente me de, luego siento el sabor que no me gusta, porque no me gusta, pero digo "está rico, sí, es bueno", mis buenos modales otra vez. 

Estamos más abiertos a nuevos sabores, a texturas diferentes, a probar lo que viene de afuera, a una vida de fusión, a pizzerías americanas y hamburguesas japonesas, a sushi hecho por mexicanos, a sabores agridulces, al picante, a desayunos con huevos revueltos y hot cakes, pero no nos asqueamos si nos hablan de desayunos con tres mililitros de café y un pan duro, me parece que se llama respeto y tanto de tolerancia. 

Discriminación gastronómica:  es mi cajita de dulces poblanos que tuve que comerme porque se van a echar a perder, es la forma de decir: "no nos gusta tu comida, la nuestra es mejor". Es un gran error de mi parte haberla traído,  ya que yo sabía que esta gente es así, el lado amable de la cosa es que estos dulces son todos míos. Yum.




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