Yo decidí este encierro, no salir a conciertos, exposiciones, charlas, fiestas, debates, ferias del libro, ferias de esto y del otro, yo decidí quedarme aquí.
Internet facilitó las cosas, estar sin estar, mirar las fotos de las pinturas que quiero ver, leer la bio de los que me interesan, imaginarme que voy a la fiesta y ver las fotos al día siguiente, sin moverme de la comodidad de mi sillón.
La verdad tiene su magia estar sin estar, no debo bañarme cada día ni pensar qué ropa ponerme y sobretodo no debo soportar las voces, ruidos, alientos, abrazos, besos, preguntas varias sin respuesta real, me he ahorrado en promedio sesenta "bien, gracias", cientos de " sí, yo te hablo para vernos" y no se sabe cuántos encuentros incómodos con esa gente que por gracia del tiempo y de las circunstancias demográficas han ido desapareciendo.
Claro que como humanito que soy, a veces me siento solo, claro que era peor la soledad en medio de la sala de exposiciones mirando a los otros mirar mis pinturas, y yo queriendo irme pero queriendo quedarme.
Claro que las excusas al principio eran flojas, me dolía la cabeza, tenía una rara condición que hace que la oscuridad del cine me ponga mal, el dolor de cabeza era terrible, el cine dejó de gustarme, me volví alérgico al alcohol, las reuniones por la noche me causaban ansiedad, la oscuridad sólo la soportaba en casa, solo.
Así fue como el teléfono dejó de sonar, si acaso sonaba, lo metía rápidamente en algún cajón y subía el volumen del radio. El trabajo es un gran problema, es un mal necesario que día a día de lunes a sábado debo combatir, me pinto una sonrisa antes de abrir la puerta,  mi máscara de protección al atentado de ver, oler, sentir y escuchar a toda la masa de afuera.
Sí, mi encierro es mi decisión, aquí me siento seguro, pero a veces, te extraño.



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