A veces veo tu sombra deslizarse entre las cortinas del cuarto, me quedaba dormida escuchando tu voz, pero tú ya no estabas en la habitación cuando despertaba.
Nunca estabas, no estuviste jamás, esa voz se me había grabado en alguna parte del cerebro que seguramente tiene un nombre y los científicos han estudiado mil veces en cerebros de animales que permanecen inmovilizados para que tipos imbéciles como yo puedan decir: hipotálamo, hemisferio derecho, cerebelo, hipófisis, etc.
Ahí se me grabó tu voz.
Iba cayendo en el sueño y tu voz acompañaba a la bruma que me hacía abrir la puerta de la irrealidad.
Cada noche era igual, yo que me tumbaba en la cama y luego tu sombra por ahí, Peter Pan sin Neverland.
Y yo sin camisón no me atrevía a despertar, ni quería despertarme ni moverme, amaba escuchar esa voz tuya hasta que salía volando por la ventana.
Luego un día tu voz se fue y sólo se quedó tu sombra.
Por eso cuando días atrás llegó el telegrama de la compañía ferroviaria supe que eras tú cuando al leerlo  abajo de las sábanas, a escondidas de mi madre, fue como si cada palabra fuera pronunciada por tí,
... No me esperes, nunca, nunca estuve....

Pero quiero decirte que, te fuiste, no estuviste, no tiene sentido, además, Peter Pan sin Neverland, tu sombra está aquí, y como dice Cerati, tengo al sol para poder besarla.

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