¿Odiar los domingos?
No entendí jamás tu odio a un día que puede ser tan amado.
Ese levantarse tarde después de haber estado la noche anterior a hacer cosas sabiendo que al otro día se puede dormir, desayunar tarde, caminar por la casa en camisón o sin.
Es que los domingos tienen esa magia del día de regalo, un día en el que se está permitido no hacer nada.
O tal vez es que trabajé durante tantos domingos que ahora cada domingo me parece un gran regalo de dios, del cosmos, pero sobretodo de aquellos que calendarizaron los días, y les pusieron días y nombres.
Odia al lunes, ese maldito bastardo que te escupe de nuevo a la calle
Odia al martes, porque los martes son ese día con nombre de guerrero, porque está ahí ni enmedio ni al principio.
El miércoles, porque al otro día no es viernes.
El jueves, con su sarcasmo, por esas tardes de casi felicidad pero no, mañana todavía a trabajar.
viernes, por más que lo diga la cura, el viernes sólo me recuerda lo sola que estoy.
(del sábado no diré nada, el sábado es especial, tanto como para no escribir nada)

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