El olor de chorizo en toda la casa y yo que tenìa este dolor de cabeza, era como un zumbido insoportable, el calor y el olor del chorizo, Marta desde la puerta que otra vez me miraba asì y yo sin decir nada, otra vez sin decir nada.
Imaginaba dormir sobre una nube y no tener nada en què pensar, nada que fuera amargo, doloroso ni demasiado importante. Veìa la cama todavìa tibia, los muebles que se me iban borrando.
Nada habìa cambiado, nada, ni siquiera ese calor enmedio del pecho, ni siquiera esas ganas de comerme su boca ni de atarme en èl. Pero no era yo, punto.
Yo no era,
no era la niña que querìan, porque hacìa preguntas, porque pocas cosas me gustaban, no era yo.
Por eso me gustaba estar sola, porque asì nadie decìa si era o no justo, era libre de ser asì como yo era sin que nadie dijera que estaba mal, que estaba loca. Yo no estaba loca, ni actuaba por intuiciòn, era que pensaba y repensaba, y luego en el pensar y pensar se me iban ocurriendo cosas, sonaban mucho mejor mientras las pensaba, era asì. Luego cuando te lo contaba te reìas de mì y decìas que eso no era bueno, que algo malo me pasaba, necesitaba de una cura, de estar conmigo misma y comer mejor, eso era todo.

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