hombre gato nombre

había una vez un gato negro, gordo, enorme gato negro y gordo de ojos verdes,
su dueña le abrazaba antes de dormir, lo quería demasiado, nadie podía entender el amor de la niña al gato.
Jugaban siempre juntos, reían y se divertían sólo con mirarse, de mundos diferentes pero siempre algo les unía...

La única cosa que ella quería, era salir con él a pasear, llevarlo todas partes y compartir su mundo con su gato, el gato por su parte no decía nada, sólo la miraba y se quedaba junto a ella, así que la niña que había leído muchos cuentos de hadas, pidió a la estrella más luminosa le concediera ser a su gato una vez, sólo una vez, una persona.

El gato siguió siendo gato, al parecer realmente no existían las hadas mágicas ni los deseos cumplidos por las estrellas.

La gente siempre gente le decía que no podía seguir viviendo unida al gato, que era enfermizo, y ella lo creyó. Así que hizo las maletas y se fue lejos del gato, para demostrarles que podía estar sin él (pero antes habló con su gato querido, le explicó el plan e hicieron un pacto, seguirían juntos siempre)

Mucho tiempo después la niña conoció a un hombre, no había palabras para describirlo, no era grande ni gordo y no tenía los ojos verdes, no le interesaba dormir abrazado con ella, pero tenía algo que hacía que se acordara del gato gordo y negro, cuando ella le hablaba él no decía nada, sólo la miraba y se quedaba ahí, mirándola. Es cierto que se divertían, reían juntos, a veces bastaba sólo estar cerca para sentirse bien, pero el hombre escapaba en luna llena, el gato no la había dejado sola ni siquiera en esas noches de gatos, el hombre se escapaba. La gente estaba contenta porque al fin la niña había olvidado al gato y ahora compartía su vida con alguien de su mundo, al menos así lo veía la gente.
La verdad es que en secreto, la niña le pidió otra vez a la estrella (porque tal vez para que se cumplan los deseos hay que pedirlos mil veces) que volviera a su hombre gato, así tal vez dormirían abrazados y al menos así le haría ronroneos y se quedaría con ella por las noches.

Pero el hombre siguió siendo hombre, definitivamente no existía eso de andar pidiéndo deseos.

Una vez más la chica hizo sus maletas y se fue.

Esta vez si la gente dijo cosas, a ella realmente no le interesó.

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