ni sexo ni ciudad.

agosto 30 2008

Es sábado, decido dibujar al mosco que quedó atrapado entre las rejillas del mosquitero que esta vez ha cumplido su misión. Tomo mi libreta de bocetos y al buscar el lápiz la caja de cartón repleta de las cosas necesarias para un buen dibujo, cae. Paso 5 minutos para juntar todas las puntas, pedazos de carbón, lapiceros, puntillas y lápices a punto de morir que ma han acompañado en los últimos años, al parecer he dibujado un mundo, sin embargo hace más de 5 años que no participo en una exposición formal, a lo más me aventuré a pegar unas calcas en las ciudades por las que pasaba, sólo eso. Las paredes de mi casa están vacías, mi cabeza lo está. Las hormonas se acaban, no sé si inicia la menopausia pero sé que algo está mal con mis hormonas, hace tanto que no tengo sexo.
Aprieto el lápiz y voy a la ventana, el mosquito pende sólo de dos patitas frágiles, su cuerpo se arquea, debió sufrir mientras agonizó de frío, hambre ¿desesperación? Su cuerpo es gris y sus alas están intactas, abiertas, cuerpo frágil de hada hambrienta, cruel naturaleza que hace a las que dan vida unas guerreras de estructura pequeña, gris, indefensa. Trazo el cuerpo y luego las patas, dejo las alas al final y mientras estudio la dirección de las líneas, el aire que entra por la ventana me lleva a otro lugar, verbania agosto 2005, tomaba la bicicleta y todas las tardes escapaba del mundo en dos ruedas, el lago el mejor escenario, ese lago que ahora también me hace llorar. amaba el aire tibio mientras bajaba por la colina, aún con esas subidas y bajadas mi energía no se acababa nunca, parecía como si el mundo estuviera a punto de acabar, hablaba como si no existiera esa otra yo amarrada a la pata de mi cama en Puebla, queriendo volar hacia cualquier otro lugar, como la creatura a la que ahora dibujo.

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