la rana, el sapo y la bruja que no era princesa.

Lemay se preparaba para salir a la fiesta, se había puesto su mejor traje, era todo negro bordado por las arañas de la cueva secreta, sólo Lemay sabía cómo hacer trabajar a esas arañas, era parte de su magia.
Se apretó fuerte las agujetas, en estos últimos días había un viento estúpido que trataba de tirarla de la escoba, y en una ocasión le desamarró las agujetas haciéndola perder, por poco, el equilibrio, ella era una experta en vuelo y por eso fue que no cayó.
Ya desde los aires pasó por la casa de sus ex colegas, le daban algo de pena, amarradas a sus sillas, preparando recetas insípidas y a servicio de alguien, no de sí mismas. En eso estaba cuando este pinche viento le pasó sobre la cabeza y le tiró el sombrero, ¡Coño! llegaría tarde a la fiesta pero era peor llegar sin sombrero, bajó lo más rápido que pudo, en vertical y lo atrapó ya casi en el suelo, justo en el momento en que lo estaba atrapando, saltó una rana, un poco grande para ser rana pero igualmente ágil y se agarró de la punta del sombrero; al principio con la prisa y las ganas de hacer aquelarre, ni cuenta se dió, fue cuando dejando sombreros y capas la encargada de dar los númeritos le preguntó: ¿la rana la ponemos con los demás animales mágicos o prefieres que te la tenga siempre en la punta del sombrero?
¡Pero de qué rana me hablas! ah, ahí estaba esta rana más grande que una rana normal, mirándola con ojos tristes y estirando sus dedos gomientos hacia ella. -No tengo ganas de pensar qué hacer con la rana, no es mía.... - es tuya, querida, está en tu sombrero. - Está bien, déjala ahí, ya veré qué hacer después.
Durante todo el aquelarre la pinche rana estuvo viendo los movimientos de Lemay, no se perdió ni uno solo. Cuando terminó la fiesta y Lemay tomó su sombrero del guardaropa ya no se acordaba de la rana, pero la rana se encargó de recordarle que ahí estaba.
- Aquí estoy, no te olvides de mí, sería mejor si me llevas entre tus pechos, aquí en la punta de tu sombrero hace frío y se me reseca la piel.
- Será mejor si saltas ahora mismo y te pierdes en el bosque, además en mi casa te comerán mis gatos, salta ahora o te hago saltar por las malas.
- pero si tú y yo somos uno para el otro, no puedes decir que no lo sabes, eres mágica tú, te he visto bailar, era como si bailaras sólo para mí, ya sabes cómo terminará esto, me darás un beso de amor y me convertiré en príncipe...
- primero, yo no soy una princesa, soy una bruja, y tú... tú no eres un sapo! tú eres una pinche rana!!
- ¿No puedes usar tus poderes para volverte princesa?, mira, te juro que bajo esta piel verdosa clara, hay un sapo esperando su beso de amor, seremos felices, dame sólo una semana para hacerte entender, por favor, si después no estás contenta me dejas en donde me encontraste y colorín colorado...
- Por ahora voy a casa y ya veremos, salta, anda, tampoco me va de dejarte enmedio del bosque que por aquí no hay estanques...
La rana viajó todo el tiempo entre los pechos de la bruja, no estaba super cómoda pero no dijo nada, en cambio cuando llegaron le dijo: - ¡Qué hermoso fue viajar entre tus senos, nunca sentí una cosa tan magnífica, cálida y suave!.... en ese momento a la rana le saltó una mancha oscura, típica de sapo, justo enmedio de la frente.
La bruja no dijo nada, pero se sintió halagada, lo dejó dormir en la alacena, habló con Mustafá y con Abracadabra para que no lo hicieran parte de sus juegos de madrugada y se fue a dormir...
Era ya de día cuando despertó, no podía creer a lo que encontró sobre la mesa!! un arreglo de hojas secas y miel, pedazos de insectos cubiertos de ambrosía y tantas de esas fresas deliciosas ya algo marchitas que la hacían enloquecer pero que evitaba comer porque no iban de acuerdo con su naturaleza de bruja.
- Buenos días princesa!!
- que yo no soy princesa, joder, soy bruja...
- nada, tal vez estoy aquí para que encuentres tu verdadera naturaleza, ven, desayuna como la princesita que eres...
Lemay no tenía ganas de discutir, tenía que ir a buscar hongos y algunas hierbas para preparar un potaje, una parte para ella y otra para las arañas, en agradecimiento del éxito total que había tenido su vestido la noche anterior.
- Estás hermosa, en verdad no he visto tanta belleza junta... dijo la rana
-si, no me molestes... contestó Lemay, que de un portazo dió por terminada la hora de las lisonjas y se fue a buscar sus provisiones.
La rana, que estaba dispuesta a todo por convertirse en sapo y después en príncipe y poder así hacer lo que le diera en gana, entendió que tendría que seguir con su plan por un buen tiempo, y luego desaparecer, para que así la bruja lo extrañara, no había nada como acostumbrarse a algo y que ese algo después desapareciera para que la chispa del amor o de la necesidad, que para el caso de la rana que quería ser sapo, era exactamente lo mismo... así que siguió con este tipo de zalamerías noche y día, la bruja lo mandaba a la chingada cada vez, bueno, lo mandó a la chingada durante dos semanas, después se sorprendió a sí misma dándole las gracias, el cada vez más sapo y menos rana le contestó muy cortesmente que no tenía que agradecer nada, porque todo eso que decía era verdad, le encantaba su cabello, la línea de su cuello, la textura de su piel, adoraba verla mientras dormía, y todas esas pequeñas cosas que la bruja hacía de vez en cuando, como ir a mirar escarabajos y arañas, eran deliciosas a los ojos del sapo...
Pero llegó el día en el que cuando la bruja llegó a casa de uno de sus paseos vespertinos, sintió la ausencia de la voz del sapo, absolutamente nada, nada de hojas en la mesa a forma de animales mitológicos, nada de ambrosía ni de alas de luciérnagas, nada. No quiso darle importancia pero sintió una especie de aire en el corazón,  no iba a llegar a ninguna parte, lo que tenía que hacer era que la bruja ablandara su corazón, que cayera redondita en la trampa,


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