inicios y finales, continuación del mal de cabeza.w
Don pistoquio tocó la puerta pero yo me escondí detrás de la cama, como si su presencia detrás de la puerta de mi casa la volviera transparente, a la puerta, el muro, el otro muro, el armario y la cama, porque me tiré de panza pegándome al piso para evitar que me viera.
Don pistoquio después de diez minutos dejó de tocar y me levanté, en ese momento sonó el teléfono que por suerte, había olvidado en el cajón de la ropa sucia así que no lo escuchó o al menos eso esperaba yo, porque si don pistoquio escuchaba el teléfono, entendería que yo estaba ahí, pero que no quería abrir la puerta.
Era triste, era real y era a mí a la que le pasaban estas cosas, don pistoquio se empeñaba en venir y entrar en mi mundo, que coñamente se volvía frágil y después de cada encuentro yo estaba mal, muy mal, con ganas de vomitar y temblor en las manos, se había vuelto mi vampiro energético.
La única opción era desaparecer, sin dejar rastro...
El primer paso fue no abrir por más que tocara, el problema es que se hacía encontrar en la calle, así como si nada fuera, aparecían, se enojaban si yo decía que no a sus constantes invitaciones, su insistencia era como agujas en los glóbulos oculares, como pequeñas pataditas de ogro minúsculo pero que como sea te encabrona. Yo continuaba a desaparecer y a hacer como que no existía, pero resultaba imposible, entonces cambié plan y decidí decir siempre que sí, sí y sí.
fue en ese momento que desaparecio, el teléfono dejó de sonar insistentemente, también la puerta, incluso podía salir sin el temor a encontrarlo porque era totalmente ausente, de pronto el peso de su ausencia era enorme, me aplastaba y me venían incontrolables dolores de cabeza y una especie de tristeza extraña, hasta que me di cuenta que por fin me había liberado de su estúpida presencia y sobretodo de sus estúpidas preguntas, sugerencias, comentarios idiotas y demás cosas con las que ya no podía más.
estaba disfrutando mi nueva libertad, cuando alguien llamó a la puerta.
Don pistoquio después de diez minutos dejó de tocar y me levanté, en ese momento sonó el teléfono que por suerte, había olvidado en el cajón de la ropa sucia así que no lo escuchó o al menos eso esperaba yo, porque si don pistoquio escuchaba el teléfono, entendería que yo estaba ahí, pero que no quería abrir la puerta.
Era triste, era real y era a mí a la que le pasaban estas cosas, don pistoquio se empeñaba en venir y entrar en mi mundo, que coñamente se volvía frágil y después de cada encuentro yo estaba mal, muy mal, con ganas de vomitar y temblor en las manos, se había vuelto mi vampiro energético.
La única opción era desaparecer, sin dejar rastro...
El primer paso fue no abrir por más que tocara, el problema es que se hacía encontrar en la calle, así como si nada fuera, aparecían, se enojaban si yo decía que no a sus constantes invitaciones, su insistencia era como agujas en los glóbulos oculares, como pequeñas pataditas de ogro minúsculo pero que como sea te encabrona. Yo continuaba a desaparecer y a hacer como que no existía, pero resultaba imposible, entonces cambié plan y decidí decir siempre que sí, sí y sí.
fue en ese momento que desaparecio, el teléfono dejó de sonar insistentemente, también la puerta, incluso podía salir sin el temor a encontrarlo porque era totalmente ausente, de pronto el peso de su ausencia era enorme, me aplastaba y me venían incontrolables dolores de cabeza y una especie de tristeza extraña, hasta que me di cuenta que por fin me había liberado de su estúpida presencia y sobretodo de sus estúpidas preguntas, sugerencias, comentarios idiotas y demás cosas con las que ya no podía más.
estaba disfrutando mi nueva libertad, cuando alguien llamó a la puerta.
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