lluvia de septiembre

Llueve y cuando llueve el mundo se detiene, ganas de tumbarse en la cama y ver televisión, comer pastel de chocolate y reír de los que afuera se mojan. Pero no es así. Voy hacia la recámara y la cama me hace sentir obsoleta, allá afuera las personas se mueven y viven, mientras que yo adentro no tengo un sentido, soy como un pedazo de papel que no puede ser ni siquiera reciclado, baja autoestima que le dicen.
Mientras esperaba el autobús hace más de veinte años, allá por la colonia San José de Mayorazgo, me reía de ese personaje viejo y algo agrio que se detenía junto a mí, un tipo cuarentón, en su coche marca importante al parecer, que sonreía y me invitaba al cine o a cenar, yo tan joven y tan bestia sólo lo miraba y reía, luego detenía mi camión y me subía orgullosa de haber mandado a la mierda a un tipo y de tener en la mano mis tres pesos para el pasaje. Debo confesar que alguna vez me imaginé diciéndole que sí, sobretodo cuando me tocaba llevar artesanías a las tiendas o cuando llevaba libros de regreso a la biblioteca, imaginaba cómo sería estar con un tipo así de viejo, de qué íbamos a hablar, qué restaurantes conocería y la cara que haría cuando le dijera que yo señorita no comía carne y que sobretodo yo señorita decencias, no tenía precio, joven, bella y virgen como era.
Entonces ese día llovía, llovía como tal vez no había visto llover en la vida, el paraguas era sólo la muestra de la ridiculez humana expuesta a la fuerza de la naturaleza, ama y señora, y yo, pequeño ser en medio de tanta agua esperando el autobús, era una de esas aguas que no te deja ver de tan cerrada que cae, no escuchas nada mas que el ruido del agua golpeando el cemento de la ciudad, sería casi una mágica comunión con la vida si no fuera porque algún cabrón en coche pasa a toda velocidad cubriéndote no sólo de agua sino de lodo y de aceite de coche y no quiero pensar qué otra cosa podría tener, aunque en esos años la gente no era tanta ni tan sucia, eran otros tiempo como dicen los abuelos, no encontrabas vómitos ni sangre, ni condones ni agujas, las mujeres no escupían en la calle, incluso los hombres lo evitaban, o yo no los había visto hacerlo como ahora, y de esto nadie puede culpar a internet.   
Llovía como nunca y entonces el tipo del coche se detuvo enfrente de mí, ni siquiera pensé en cuánto era ridículo ni nada, de un salto me metí a su coche y le dije gracias, no tengo tiempo de ir al cine ni a ninguna de esas partes a las que siempre me invita, por favor me puede llevar a la escuela y otro día, mañana si es posible, le pago la gasolina y su tiempo, gracias otra vez, miré entonces hacia mis pantalones totalmente empapados, el agua me escurría desde el pelo a todas partes, era ridículamente orgullosa sentada en ese coche humedeciendo los asientos de lo que tal vez era piel, espero que no, que haya sido sólo vinil y que nadie haya muerto por un jodido coche como ese. 
El tipo volvió a reír y me dijo que no había problema de pagar nada, pero que eso de ser tan seria, tan mamona, no estaba bien para una chavita tan joven, exacto, dije, soy joven y usted es viejo y los viejos que buscan chavitas son enfermos sexuales degenerados cabrones, ¿lo sabe? Lo sé, y no sè porqué crees que te busco onda sexual, yo tengo coche y tú no, tú vas al centro y yo también, claro que me gustaría salir al cine o a cenar contigo, estoy seguro que tus amigos no tienen para el cine ni para ir a cenar, pero claro que tienen y si no tienen es muy su problema no el suyo señor don ruco, dime don ruco si quieres, pero no soy tan ruco como crees ni tengo ganas de andar ligando chavitas, si no quieren ser ligadas, hay bastantes chavitas como tú que no dicen no, y guapas, altas guapas, sabes, guapas. 
Cuando el tipo dijo guapas altas guapas, me sentí fea chiquita fea, así como era, y entonces lo vi bien al tipo que nunca había visto así de cerca, tan viejo no era, tan feo tampoco, ósea, era feo como todos los feos, ni más ni menos, era sólo que en mi sistema de belleza no entraba alguien que tuviera más de 20 años, que no fuera extremadamente delgado y por supuesto, que no tuviera carro. 




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