Caminé por la calle que yo sabía me traería hasta aquí.
Era una calle larga, un camino empedrado y yo llevaba zapatillas, unas de aguja, negras y elegantes compradas para la ocasión. La calle no era la adecuada y yo no era apta para caminar por dicha calle. Cada día que pasaba era un complicar más las cosas, Oh darling, yo sabía que eras tú el special one, era ese aire tuyo tan extranjero, tu mirada como perdida, el lunar entre la boca y la barbilla, el sol que te hacía ver más güero....todo es me cautivó.

La neta apenas y me acordaba de él. Le conté a Juana y ella siempre nerviosa iba del refri a la mesa sacando comida y poniendo de uno en uno los platos en la mesa. ¿No te cansas Juana? ayer me quedé a dormir con jorge y sabes que el muy cabrón insiste en que no importa si hace quince días de que su vieja dejó la casa? yo estaba ya instalada en la cama y pensé, a ver, qué habrá en esos cajones?
No los abriste, digo, una cosa es andar abriendo las piernas y otra ya muy culera, abrir los cajones de una casa que no es tuya.
No, no tuve los huevos, pero me arrepiento, debí registrar mientras iba dizque a preparar el desayuno, se me quedó en la cabeza nomás la imagen de esas medias y la cajita llena de anillos y aretes, en mi enojo tomé los que estaban más a la mano, estaba segura que un día me los iba a pedir y yo orgullosa le diría que no, que ya eran míos por haberme acostado en una cama donde apenas unos días atrás había estado su ex mujer. La cosa es que no me había dicho nada de nada, cuando empezamos a chatear decía que era un hombre solo, pobrecito y yo me lo creí todo.


Por eso no entendí cuando él se dio cuenta de que yo también tenía mis secreticos, pero eso sí, se defendió muy enojado y hasta me tachó de histérica y celosa cuando le pregunté de quién eran esas cosas que estaban en el baño.
Y tú tarada mensa babosa seguiste ahí bien contenta, te valió madres eso de la dignidad y el ser mujer seria.
La dignidad no era el problema, estaba a diez mil kilómetros de mi casa y mi secretico estaba tan enojado, que con una llamada suya la policía me subía al primer avión que partiera de Praga a México, y no sólo eso, ya no iba a poder volver por allá en cinco años, imagínate.
Imagino, no había razón para regresar.


Tenía las fotos, las chingadas fotos, podía decir que era una prostituta y ya con eso, era la palabra de un europeo contra la de una latina, siempre salimos perdiendo.


Esa es la cosa, cuando Colón llegó a América le hubieran hundido los barquitos, ese fue el error.
Mira sí, cambiar la historia porque un par de europeos te rompieron el calzón.



A huevo, mi corazón estaba muy seguro en su fortaleza de San Juan de Ulua.


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