cenicientos

Salí de casa y las calles, coches, árboles, casas, estaban cubiertas de este polvo gris casi blanco, Puebla bajo la ceniza del volcán. Tal vez nos hemos hecho tan indiferentes que el día en que el gran volcán haga una erupción fuerte, nosotros estemos mirando hacia otro lado y aunque veamos caer grandes piedras ardientes del cielo, sigamos negando que estamos en peligro, tal vez no pase nada y lleguemos a viejos diciendo cada vez que caiga ceniza que, ya estamos acostumbrados, que Don Goyo no nos hará daño, como si el volcán tuviera consciencia de su ser volcán, tal vez, en comparación con nosotros, tenga consciencia y sepa que de hacer erupción nosotros seguiríamos caminando para ir al trabajo, pensando en nuestras tarjetas de crédito, en nuestros pequeños grandes problemas, en el tráfico, en la quincena, en la fiesta del día de las madres. Somos los cenicientos, hechizados por el gran hada televisiva, que si dice que no pasa nada, es porque nada pasará, al fin y al cabo es una ilusión pero la ceniza es real y nos ha cubierto, tal vez lo peor que nos puede pasar no sea que explote y nos cubra de una vez por todas, sino esta fina lluvia que tapa cañerías, que contamina el agua, que se adhiere a nuestra piel y nos pica los ojos, que masticamos y respiramos resignadamente, polvo fuimos y en polvo nos convertiremos.

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