800 palabras

uno dos tres, un viaje en el tiempo.

Que eran tipo los años ochentas y nos la pasàbamos caminando por las calles de la colonia buscando chavos para enamorarnos porque las dos èramos gèminis y nos encantaba tener un novio secreto al que escribirle cartitas y comprarle regalitos. Ella no se los mandaba y yo no los compraba pero me imaginaba que un dìa abrìa la puerta de mi casa y ahì estaba el chico romàntico que me llevarìa al cine y me comprarìa palomitas de maìz.
Debì sospechar desde ese dìa que este chavo me invitò al cine y no vino por mì a mi casa como en mis sueños adolescentes, màs bien nos vimos a una calle del cine y fuimos a ver una peli bien equis que ya ni me acuerdo cuàl era y aunque tratò de manosearme no lo dejè y nos salimos del cine ràpido porque se acordò que tenìa que ir a quièn sabe dònde. Luego me fue a dejar a la parada del camiòn y cuando me iba subiendo sentì como una mano me apretaba las nalgas, me diò mucha pena, sentìa la cara roja de la vergûenza y pensè que la gente que estaba en el camiòn se habìa dado cuenta y que era mi culpa por haberme puesto una falda asì de chiquita. Tenìa catorce años y si la falda era asì de rabona era porque mis papàs no se habìan dado cuenta que ya habìa crecido, seguìa usando la misma ropa del año pasado y como decìan que mis tetas eran chiquitas tampoco usaba sostèn, apenas una camiseta para que no se me vieran las pasitas, asì les decìa la maestra porque decìa, las morenas como yo tenemos los pezones cafè, yo me imaginaba que todas las mujeres tenìan los pezones cafè y resultaba que no, que dependìa del color de la piel . Pero mi piel era muy blanca en ese tiempo, todavìa no me daba por ponerme al sol pero eso sì, los pezones los tenìa de india, oscuros.
Entonces aunque habìa pasado eso yo no pensè que habìa sido este chavo, me imaginaba un señor viejo y con los ojos rojos rojos como esos que a veces se sacaban el pene en el camiòn y los bajàbamos a empujones, cerrando los ojos porque alguien gritaba algo asì como "degenerado" y ya sabìamos, cerràbamos los ojos y empujàbamos. Èramos como diez chavitas de màs o menos catorce o quince años de la escuela de monjas del centro. A todas nos tocò encontrar en la calle a algùn cabròn enseña pito, a todas nos tocò llegar llorando a la escuela y luego escuchar a las monjas decir que era nuestra culpa por nuestros cuerpos pecaminosos.
Me salì de esa escuela no por eso que decìan las monjas, fue porque mis papàs dijeron que eso de estar con puras mujeres podìa echarme a perder. La cosa es que ya estaba medio echada a perder y me costò un buen entender a los hombres, todavìa no entiendo a los hombres, eso de enseñar sus penes por ejemplo, eso de nomàs querer tener sexo con una y ya que la tienen en su casa querer estar con otra y asì, se les va la cadenita de viejas con las que han cogido. Yo iba entonces en secundaria y cuando salìa a buscar chavito para enamorarme con mi vecina ni me imaginaba que la onda era asì, pensaba en serio que un chavo se iba a enamorar de mì y esas cosas. Despuès de ese dìa en el cine ya no volvì a ir sola con ninguno, no hasta que pasò un buen de tiempo y conocì a este chaval que tocaba en un grupo de rock, nuestro gran romance pasò entre toquines y alcohol, èl era un gran bebedor como se llamaba a sì mismo, lo llevè a su casa cargando tantas veces que ya ni me acuerdo. Despuès de algunos años no nos volvimos a ver, era una làstima porque la verdad cuando estàbamos sobrios tenìamos largas charlas llenas de sabidurìa contemporànea y cosas de esas.

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