Habìa algo en esos ojos que cuando los miraba hacìan que se cancelaran los objetos y situaciones que pasaban alrededor. No era el tìpico que te hipnotiza o que te dice mil tonterìas, tantas que no eres capàz de diferenciar entre las frases reales y esas que sòlo se dicen porque se deben decir, me gustaba su aire cìnico y esa dualidad en su movimiento, me parecia y seguramente fue eso lo que me gustò tanto, que necesitaba ser querido, cuidado, era como si dentro de ese cuerpo de hombre casi señor (pero no panzòn en el modo panzòn licenciado, contador, abogadete) estuviera atrapado un niño casi adolescente.
Era por eso que antes de encontrarme con èl, pasaba a la dulcerìa y compraba algùn chocolate o unas galletas, galletas y chocolates que no me atrevìa a darle y que comìa luego de que me dejara en mi casa y me sintiera sola, porque sòlo cuando èl se iba, yo entendì lo que era esa cosa de la soledad no por gusto, yo, que adoraba estar sola, podìa estar sola antes de verlo pero apenas un minuto antes de encontrarlo empezaba a sentir una fuerte necesidad de no alejarme de èl, eran mis ùltimos momentos de estilo gato raro que sabe que està por ser domesticado, justo asì.

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